Cocaine? Nah, Kokanee.

     Normalmente cuando una persona decide emigrar a un país con una cultura diferente a la suya, probablemente lo primero que se pregunta es: “¿Cómo se supone que me adapte?”, y no es para menos, cuando se tiene experiencia en el lugar se puede observar un par de personas que por más que hayan logrado su objetivo decidieron regresarse, pues simplemente nunca quisieron cambiar su estilo de vida; quizá por cuestión de orgullo o de costumbre, pero este no fue mi caso. Lo que me costó averiguar en términos de adaptación, fue dar con la cerveza que me hiciera adaptar al estilo de vida canadiense, no, vancouverita.

     Quizá cuando llegué y pisé el aeropuerto, habría pensado que la popular Canadian Molson iba a ser “La creme du la creme” pues todo el mundo (Y DIGO TODO EL MUNDO) encontrado en mi travesía me habían dicho que dicha cerveza era la indicada, y parecía cierto, mi primera noche en el Cambie resultó un éxito, la cerveza era una delicia, algo único, de verdad que no podía quejarme y más aún si a las sifrinitas les gustaba; al punto que la volví parte de mi vida estudiantil en el primer mes, y luego cuando me mudé al Downtown. Si ven mi Instagram, verán mis fotos con esta cerveza de fondo.

Definitivamente, todo esto hasta que me adapté a mi nuevo hogar y fui a un restaurante colombobritanico.

     Resulta curioso preguntar por el arte culinario propio de una región cuando esta región se encarga de reunir todo el arte culinario del resto del mundo (No existe Mejor ejemplo para esto que la British Columbia, no señor) Pero, ¿qué mejor lugar para ver el Clásico Madrid-Barça que un restaurant de comida vancouverita? (NO RESPONDAN) Por lo que mis amigos y yo decidimos ir a ver dicho partido en un prestigioso (y caro) restaurant de la zona, zona que por cierto no acostumbra mucho a recibir hinchas como yo; los que se acuerden de mi anécdota en Mi Vaquita en un clásico del 2010 sabrán a que me refiero. En fin, una vez en el restaurante después del gol de Messi para el 2-2 y una tercera advertencia de que si no veía el juego calmado me echarían del lugar, decidí pedir mi cerveza para que no fastidiaran y pedí una Canadian Molson.

Jamás había recibido una mirada de “¿MARISCA QUE HABLAIS?” Como la que recibí en ese momento.

     La cara de fuera de lugar que mis amigos y yo pusimos cuando nos dijeron que la sagrada Molson no la vendian en ese lugar fue un poema, pero fue recomendada (a todos menos al maracucho que estaba haciendo el alboroto) una cerveza que representaba a Vancouver más que la lluvia, la Kokanee. Al principio sonó raro pero me dije a mi mismo: “Why the hell not?”, Y menos mal que lo hice, porque probé algo que para muchas personas era tan adictivo como la cocaína (alguien alguna vez tuvo que hacer un chiste con esto de los nombres) y seguramente lo es, es una cerveza con un sabor muy parecido a la Solera Azul pero con un grado menos de alcohol; sé lo que piensan, suena bien.

     Es domingo por la noche y mis amigos y yo nos sentimos sumamente identificados con la Kokanee, por lo que ahora en el Cambie y otros bares nos llaman “Los traidores” (Especialmente por esas chamas en minifalda que promocionan las Molson) Pero vamos, que la Kokanee es, de lejos, lo que a muchamgente mantiene atada a Vancouver. Como diría mi amigo Faisal Mohammed Alzahrani:

One of the best beers.

Les ha hablado Juanche y les deseo buenas noches a todos.